viernes, 5 de julio de 2013

El Egipto que podría convertirse en la Argelia de los años 90

Después del ultimátum que el pasado martes las Fuerzas Armadas egipcias dieron al presidente Mohamed Mursi para que abandonara el poder, la madrugada del pasado jueves el ejército derrocaba al que hasta entonces había sido presidente del país, suspendía temporalmente la constitución y cedía la presidencia del país al presidente del Tribunal Constitucional, Adly Mansour.

La plaza Tahrir en El Cairo

Según las últimas informaciones, 3 ciudadanos egipcios favorables a los Hermanos Musulmanes han fallecido porque el ejército ha abierto juego contra ellos. La situación en Egipto empieza a ser cada vez más preocupante porque el enfrentamiento entre los partidarios y los contrarios de depuesto Mursi es patente y ya se ha cobrado más de una docena de víctimas mortales en una sola noche.

Lo que está ocurriendo en Egipto recuerda, desgraciadamente, a la situación que vivió Argelia en 1991 cuando el FIS (Frente Islámico de Salvación) ganó la primera vuelta de las elecciones y los militares obligaron al presidente Benyedid a suspender las elecciones, decretar el estado de excepción y declarar ilegal al FIS .

Como consecuencia, el EIS (Ejército Islámico de Salvación) se transformó en el brazo armado del FIS, cuyos ataques estaban dirigidos a objetivos militares. Después del golpe, Benyedid dimitió y Mohamed Budiaf  asumió la presidencia del ACE (Alto Comité de Estado) para sacar al país de la crisis en la que se encontraba inmersa.

1992 fue uno de los peores años para el país. En marzo se ilegalizó el FIS y en julio Budiaf fue asesinado y Alí Kafi fue elegido nuevo presidente. El asesinato de Budiaf supuso la dimisión de Sid Ahmed Gozali y Belaid Abdesalam se llegó a la jefatura del Gobierno, poco después declaró la guerra al FIS. En ese momento, el enfrentamiento entre las fuerzas del orden y los favorables al FIS provocó un total de 120.000 muertos.

En 1994 mejoraba la situación económica del país, pero la violencia seguía siendo patente y se creó el Consejo Nacional de Transición para sustituir a la Asamblea Nacional. El principio del fin del conflicto que había enfrentado a un país durante años tuvo lugar cuando el Consejo adoptó la ley electoral por la que se rigieron los comicios presidenciales de octubre, en los que Liamin Zerual obtuvo la victoria. Después, el nuevo presidente apeló a la reconciliación nacional y convocó un referendum para modificar la Constitución de 1976 en la que excluiría a los partidos religiosos o regionales.

La victoria del Frente Islámico de Salvación (FIS) en las elecciones parlamentarias de 1990, el golpe militar para impedir su ascenso al Gobierno y la represión que llegó inmediatamente después provocaron un enfrentamiento sin tregua entre el Gobierno y los radicales islamistas. Esta situación puede tener cierta similitud con lo que está ocurriendo en Egipto: unas Fuerzas Armadas que deponen a un presidente (suspendiendo los resultados electorales) y declaran el estado de excepción.

Probablemente, el camino que estaba llevando Egipto con Mursi al frente del Gobierno no respondía a las reivindicaciones de la Primavera Árabe; más bien servía a los objetivos de los Hermanos Musulmanes y por ello los ciudadanos salieron a la calle.

Egipto es una república semipresidencialista y ahora es el momento en el que el poder debe residir en el pueblo, un pueblo que, parcialmente, ha salido a la calle para reivindicar un cambio y que ahora que lo ha conseguido está obnubilado con su éxito y no ve que el Gobierno que hoy en día tiene el poder puede volverse en su contra de no convocar unas elecciones lo más pronto posible. Sólo queda en manos del pueblo egipcio que una reivindicación de cambio pacífico no se convierta en una guerra civil en la que un país se enfrente.

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